lunes, 20 de abril de 2009

El Mesías de Händel XLIII

En la música son muy importantes los silencios. En el Mesías de Händel hay uno muy famoso más avanzada la obra, pero ahora nos encontramos con uno del libretista. De repente, al ángel se juntan miles de ellos (Lc 2,13), pero queda sin cantarse un versículo, que destaca por su ausencia, que no pasa desapercibido a la memoria del oyente: "Y aquí tenéis una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,12).

Hechos y palabras van íntimamente unidos en la Biblia. La vida pública de Jesús son dichos y actos suyos, la significación va unida a la realidad y una y otra se reclaman mutuamente. El Niño en el pesebre tiene un significado que es donado por el mensajero divino a los pastores, pero las palabras del ángel no son al margen del Niño.

Los hombres que no son contemporáneos de esos pastores tienen también una señal para creer otro anuncio, el de la resurrección de Cristo. Porque la fe no prescinde de que seamos hombres,  hay una perceptibilidad para el que recibe por primera vez el anuncio del evangelio. ¿Dónde ver el cuerpo glorioso de Cristo? ¿Dónde tiene visibilidad el anuncio de su resurrección?

Dios se puede servir ciertamente de cualquier cosa, pero su Iglesia es el cuerpo de Cristo y nosotros somos miembros suyos: "Que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí" (Jn 17,23; cf. 13,35).

Para el que recibe el anuncio, es señal; para el creyente, es la tarea del amor recíproco entre los miembros del cuerpo, que no es una conquista nuestra. Al ser amor divino, el Amor que hay entre las tres divinas personas, es un don que la oración de Jesús en la última cena nos alcanza.

Continuaremos.

1 comentario:

zaqueo dijo...

Dejar de ser un "yo", para ser un "tú".